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domingo, 6 de marzo de 2011
CARNAVAL
Está genéricamente aceptado que el origen del carnaval son las Saturnales romanas, si bien se encuentran vestigios anteriores entre los más diversos pueblos, y desde la más remota antigüedad.
Así tanto en Grecia como en el Imperio Romano, en los países teutones y en la sociedad celta, existía la costumbre de pasear un barco con ruedas (carrus navalis) interpretándose encima de él danzas satíricas y obscenas. Tenemos constancia de ello desde el siglo VI a.C. en Grecia, y hacia los últimos años del Imperio en Roma.
Tácito cita las procesiones germánicas, en donde a veces un arado símbolo de Nertha suplía a la divinidad que estaba entronizada en el barco.
En Roma estaba el carro dedicado a la diosa egipcia Isis, propagándose posteriormente su culto a los pueblos celtas y germanos.
Al culto de Dionisos en Grecia correspondióse el de Baco en Roma, celebrándose allí las Bacanales, las Saturnales y las Lupercales. Todas ellas con un denominador común: el paso de unas ceremonias de origen espiritual-religioso, sagrado-ritual, a ser fechas en donde el desenfreno, la sátira y el desorden civil era la norma
«Las lupercales son uno de los números de las fiestas o prácticas de februación o purificación.
Ovidio cuenta entre las februas de las lupercales la torta de harina tostada y sal (...): Torrida cum mica farra vocantur idem (februa).
La gente que en tropel baja por las vías del Palatino se dirige a la antigua cueva, hoy templo, de las Lupercales, donde los pastores tienen establecido el culto de dios Pan, y donde se ofrecen también los sacrificios februales. En ellos se inmola un macho cabrío.
Con la sangre se tiñen de rojo sus caras los sacerdotes; con la piel cubren la desnudez mayor de su cuerpo; fingen luego una lucha entre sí y por fin, salen disparados por todas las calles del Palatino azotando a los que encuentran, con las tiras de piel del propio animal sacrificado.
Y a la carrera siempre como nuestros porreros, buscan sin descanso, no precisamente una víctima en quien descargar sus iras, sino un sujeto sobre quien ejercer la virtud expiatoria de la azotaina.
En otros de los februales: creen las mujeres que sus latigazos les conferirán el don de la fecundidad.
Ovidio cuenta entre las februas de las lupercales la torta de harina tostada y sal (...): Torrida cum mica farra vocantur idem (februa).
La gente que en tropel baja por las vías del Palatino se dirige a la antigua cueva, hoy templo, de las Lupercales, donde los pastores tienen establecido el culto de dios Pan, y donde se ofrecen también los sacrificios februales. En ellos se inmola un macho cabrío.
Con la sangre se tiñen de rojo sus caras los sacerdotes; con la piel cubren la desnudez mayor de su cuerpo; fingen luego una lucha entre sí y por fin, salen disparados por todas las calles del Palatino azotando a los que encuentran, con las tiras de piel del propio animal sacrificado.
Y a la carrera siempre como nuestros porreros, buscan sin descanso, no precisamente una víctima en quien descargar sus iras, sino un sujeto sobre quien ejercer la virtud expiatoria de la azotaina.
En otros de los februales: creen las mujeres que sus latigazos les conferirán el don de la fecundidad.
He ahí los hechos».
Los soldados romanos, en las fiestas de las Saturnales, treinta días antes, elegían al más bello de ellos y le proclamaban rey, vistiéndose como tal y proporcionándose sus atributos.
Durante esos días tenía todo el poder como rey sobre los soldados, y el último día era obligado que se suicidase en el altar del dios Saturno, al que representaba. (¿Sería una burla de carnaval lo que nos cuenta el evangelio de San Juan, 19.1 cuando dice: «Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron de un manto de púrpura; y acercándose a él, le decían: «Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas»?.)
En Olimpia, Creta, Roma y otras poblaciones de Grecia se inmolaba anualmente a un hombre que representaba a Kronos, o Cronos, que era el equivalente al Saturno de los romanos. Así, en Rodas se le llevaba a las afueras de la ciudad, se le embarraba y se le ejecutaba. Los judíos también cuando celebraban la fiesta de Purim, crucificaban una efigie de Amán, y luego la quemaban.
Otra teoría es la institucionalización de la fiesta en Roma por Publius Hostillius dedicándola al primer santuario en honor a Saturno y cuya liturgia se estableció en el año 217 a.C.. En aquellas calendas se celebraba durante un solo día el carnaval: el 17 de diciembre.
Augusto amplió a tres días dichas fiestas. Calígula a cuatro y finalmente Domiciano las decretó para una semana. Se realizaban fiestas, intercambios de regalos, ferias callejeras, había indultos y amnistías judiciales, se acordaban treguas militares y muchas más actividades.
Es indudable que todo esto perteneció a un rito. Es rito en cuanto se da una periodicidad fija, anual. Es rito en cuanto un acto social, general y nunca individualizado.
Pero su lectura nos lleva rápidamente a hacernos varias preguntas:
¿Nace efectivamente de un contexto religioso, degenerando posteriormente hacia una mayor tolerancia, perdiendo su sacralización, o son los restos de un ritual anterior dedicado por ejemplo a la fecundidad, a la procreación?
¿Puede tener distintos orígenes en distintas épocas para llegar a idénticas actuaciones?
¿Nace efectivamente de un contexto religioso, degenerando posteriormente hacia una mayor tolerancia, perdiendo su sacralización, o son los restos de un ritual anterior dedicado por ejemplo a la fecundidad, a la procreación?
¿Puede tener distintos orígenes en distintas épocas para llegar a idénticas actuaciones?
Parece lógico pensar que el comportamiento colectivo de la raza humana, en situaciones semejantes da siempre iguales resultados.
No obstante, y solamente cuando se tengan mayores datos históricos, podremos establecer conclusiones firmes y definiciones categóricas en este tema.
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